VITTORIA COLONNA
PERÍODO
FELIZ
Vittoria Colonna, marquesa de Pescara, amaba a su marido y parece que ese amor no era correspondido.
Fernando Francesco d’Avalos, muere en la batalla de Pavía, combatiendo en el ejercito de Carlos V.
Al quedar viuda se acentúo su vida espiritual, intelectual, y su condición de poeta.
Aristócrata de extraordinaria belleza espiritual, piadosa mujer. Conocida en las cortes más cultas de Italia y de Europa.
Amiga de intelectuales, de poetas, del cardenal Contarini y de los más grandes artistas y literatos del siglo XVI, Miguel Ángel Buonarroti, Ludovico Ariosto, Bernardo Tasso y otros cardenales, entre los más puros de la Iglesia Católica de entonces.
Cardenal,
que en el conclave de 1555 que consagró a Paulo IV, estuvo casi a punto de ser
elegido papa.
Entre
1536-1538, Vittoria Colonna conoce a Miguel Ángel y se inicia una gran amistad,
centralizada en la influencia que “…la alta y divina mujer...”, tendría
en la decisiva conversión de Miguel Ángel, en el amor a Cristo, que
ambos profesaban.
Poetas
los dos, admiradores de Dante Alighieri, especialmente de “El Paraíso”
de “La Divina Comedia”.
Miguel
Ángel le dedica poemas y dibujos.
Existen
cinco cartas de Vittoria Colonna a Miguel Ángel y tres, de Miguel Ángel a
Vittoria Colonna.
La
lectura analítica de las cartas de Vittoria Colonna, revelan verdades
históricas de gran valor significante:
- El método de evolución de un razonamiento filosófico para llegar a una verdad, que se aplicaba habitualmente en las conversaciones de las tertulias que se tenían en San Silvestre en Monte Cavallo, en un convento de dominicos, con Vittoria Colonna, Miguel Ángel y personalidades ilustres, incluidos prestigiosos prelados y cardenales como Pole y Contarini, que tendrían importante desempeño en las distintas instancias de “El Concilio de Trento”.
- El procedimiento en el abordar el análisis de una obra de arte. En el caso específico de “La Crucifixión”, dibujo que Miguel Ángel le dedica a Vittoria Colonna y que ella analiza “con la lupa, la vela, y el espejo”.
- En una carta escrita, cuando Vittoria Colonna se encontraba ya en el convento de Viterbo, hace referencia a la coloquialidad de Miguel Ángel con las figuras de sus obras, hablándoles, “…como yo a las personas vivas que tengo en estas monjas, que están a mi alrededor.” (Las cartas en el idioma original, su traducción, el análisis de las mismas y de las obras: “La Crucifixión” y “La Piedad para Vittoria Colonna”, se desarrollan exhaustivamente en mi libro: “Miguel Ángel. Escultor de su Salvación”.)
De los dibujos
que Miguel Ángel le dedica, de los dos primeros, existen copias, “La
Crucifixión” y “La Piedad para Vittoria Colonna”, del tercero “La
Samaritana”, queda una versión libre de Nicolás Béatrizet.
Los dos
primeros dibujos, deben ser próximos por las afinidades que contienen.
Ambos
son ascensionales.
En las
cartas existentes no se hace referencia a “La Piedad para Vittoria Colonna”.
“La
Piedad Para Vittoria Colonna”, es el dibujo de una escultura, que
revela su valor didáctico, evidenciando el método de abordar la escultura de
una obra, de Miguel Ángel.
“La
Piedad para Vittoria Colonna” muestra que Miguel Ángel, empezaba a esculpir
desde la cara frontal del bloque de mármol, dibujando sobre el frente, el tema
y penetrando en el mármol con el martillo y el cincel, como si con un
carboncillo fuera dibujando las figuras de frente, de los laterales y de
arriba, como sombreando, hasta alcanzar el volumen de las mismas.
Se ven
en el dibujo los costados rústicos del bloque de mármol y la cara posterior,
sin trabajar.
La obra
muestra el alumbramiento de la Virgen sentada y entre sus piernas, se
encuentra el Salvador, con los brazos hacia abajo y la Virgen con los
brazos hacia arriba, en gestos simétricos, simbolizan la unión del cielo y la tierra.
Generan un movimiento helicoidal ascensional y la intervención de dos ángeles
(igual que en “La Crucifixión”), que uno de cada lado, tomando de los
codos a Cristo, realizan un movimiento rotatorio alrededor del eje que es la
Virgen y el madero vertical de la cruz, sobre el que se encuentra escrita la
frase en sentido vertical y ascensional:
“No
se piensa cuánta sangre cuesta”
De “El
Paraíso”, Canto XXIX, versos 84 – 93.
Donde
Beatriz habla a Dante y le dice, no se sabe cuánta sangre les cuesta, a los
apóstoles evangelizar las palabras de Cristo, cuando hay tantos filósofos
que tergiversan la verdad. Frase de trascendencia en las circunstancias de
una Italia azotada por las consecuencias de la Reforma y la germinación de la
Contra Reforma, que se concretará en 1545, en la primera sesión de “El Concilio
de Trento”.
Miguel
Ángel vive este período de su amistad con Vittoria Colonna 1536/1538 – 1547,
con la felicidad de estar en la gracia de la fe, porque su amiga, con su
pureza espiritual e intensa devoción, es Beatriz, la Virgen y también, su
madre. A quien podía formular todas las preguntas y desvanecer las dudas de su
camino hacia la fe en su salvación.
Son
testimonio de ello, los dibujos y los poemas que le dedica.
LA
GRACIA DE LA FE
En “La
Piedad para Vittoria Colonna” hay un alumbramiento, hay un dar a luz, la Virgen
está pariendo a su Hijo. Como lo hizo, la primera vez, cuando dio a luz al
verbo encarnado, al Hijo de Dios, hecho hombre.
Esta
pariendo la belleza de la ascensión de Cristo a la casa del Padre, a la
vida perenne.
En el
madrigal que Miguel Ángel escribe para Vittoria Colonna, entre 1541 y 1544,
suscribe lo que en “La Piedad para Vittoria Colonna” significa:
“…en
el parto me fue dada la belleza,…”
La
Virgen está dando luz a la ascensionalidad, la elevación al cielo de
Jesucristo. Ascensión motorizada por el movimiento giratorio espiralado, hacia
arriba de los dos ángeles.
La
Virgen está dando a luz la belleza de la Resurrección de Cristo.
En una
carta de, aproximadamente 1541, Miguel Ángel responde a Vittoria Colonna, en la
que ella le reclama que acuda a su casa que le quiere dar unas cosas y
mostrarle una cabeza de Cristo.
En su
respuesta Miguel Ángel incluye este soneto:
Por ser
menos, alta señora, indigno
del don de vuestra inmensa cortesía,
antes, al encuentro de ella, usar la mía
con todo el corazón quiso mi bajo
ingenio.
Pero
visto después, que ascender a aquél signo
mi propio valor no abre la vía,
mi atrevida audacia pide perdón,
y de mi fallar me torno más sabio.
Y veo
bien como se equivoca si alguno cree
la gracia, que de vos divina llueve,
se empareje a mi obra efímera y frágil.
El
ingenio, el arte, la memoria ceden:
que un don celeste no puede con mil
pruebas
pagar con lo suyo quien ya es mortal.
La carta
hace referencia a situaciones, circunstancias o comunicaciones escritas o
verbales que aluden a: “…que yo tomase las cosas que Vuestra S(eñorí)a
muchas veces ha querido darme” o sobre el final de la carta cuando dice: “ …cuando
quiere que yo venga a ver la cabeza de Cristo que Su Gracia dice querer
mostrarme”.
Se
trasunta, por parte de Miguel Ángel una cierta serena alegría, casi entusiasmo.
Un estado de ánimo dispuesto, como el de un enamorado, a quien el amor ha
irradiado un suave y cálido bien interior: “Y estoy seguro, que cuando las
tenga, no por tenerlas en casa, sino por estar yo en casa de ellas, me
parecerá estar en el paraíso:…”
El tema
culminante es ver la cabeza de Cristo, revelando la unión de estrecho lazo,
entre ambos, alrededor de la figura de Cristo. Ambos comparten un amor
cristológico.
El poema es una variación poética y más profunda,
de la carta que la contiene.
Él es indigno de la inmensa cortesía de la alta
señora y quiso, antes, ir al encuentro de ella con todo el corazón
de su bajo ingenio.
Pero visto, después, que ascender a ese
signo, su valor no le abre el camino, pide perdón por su audacia y el
error lo torna más sabio.
La gracia que divina llueve sobre ella, no empareja su obra que es efímera y
frágil. El ingenio y el arte ceden ante el don celeste de ella y que él
no puede alcanzar aún con mil pruebas, siendo mortal.
Implícitamente le adjudica a ella la condición de inmortal.
El poema habla del amor que la personalidad y
amistad de Vittoria Colonna inspiran en Miguel Ángel. Ella es la fe
cristalizada, en su paso por la tierra le acerca a él, con la luz y el
calor de su presencia, su palabra, su devoción y la amistad que le concede,
las delicias y revelaciones del cielo.(Las citas, precisiones, fuentes,
en el idioma original y traducciones, se detallan en mi libro, “MiguelÁngel, Escultor de su Salvación”)
VITTORIA
COLONNA, BEATRIZ, LA VIRGEN, LA MADRE
Vittoria Colonna aviva la influencia de Dante y “La Divina Comedia”
en el espíritu, la creación, y el pensamiento de Miguel Ángel.
Vittoria Colonna aviva y personifica la
mediación celeste entre el poeta, artista, y pensador, el hombre y el
cielo, el juicio divino, la esperanza en el perdón y la salvación a la vida
eterna.
Vittoria Colonna nutre de sensible certeza la transformación del hombre y
el artista Miguel Ángel del “volgare” al “celeste.”
Vittoria Colonna hace llover, desde su personalidad singular y
sobresaliente entre las mujeres y hombres de la época, sobre Miguel Ángel el “agua
viva” de la fe y del amor en Jesucristo.
Vittoria Colonna proporciona la energía, del motor creador en la
conversión, en la esperanza de cielo en el hombre dulce y en el artista
gigante.
Vittoria Colonna abre el pecho íntimo del dulce Miguel Ángel, extrae el
corazón, que late en la adoración a Cristo y se lo hace “ver”.
Vittoria Colonna es la Virgen .
Vittoria Colonna es la musa celeste que le tiende los brazos abiertos desde
el cielo al poeta, escultor, pintor, arquitecto, pensador y lo alienta a subir,
le pone certeza a sus alas y le muestra que es un ángel.
Estos dos seres puros, purísimos, se encuentran y se descubren y en ese descubrimiento
giran alrededor de la cruz cósmica del Cristo salvador de la humanidad.
Sobresalen a las circunstancias ásperas, dogmáticas, mezquinas de la Historia
del Siglo XVI en Roma y en Europa.
Vittoria Colonna es la certeza de cielo para Miguel Ángel.
Vittoria Colonna es la revelación de lo que siempre buscó, sobre todo desde
que vislumbró el éxtasis mientras esculpía “La Piedad de San Pedro”.
Vittoria Colonna es la Virgen, es la musa celeste, es la madre de Miguel
Ángel, Francesca, a quien perdió de muy niño, a los seis años.
Sospechada
de ideas cercanas a la Reforma, Vittoria Colonna es retirada a un convento de
Viterbo.
Alejada
de sus poesías, de las tertulias que nutrían su espiritualidad, su fina
intelectualidad es desbastada y es desposeída de sus bienes materiales y
espirituales.
En el
momento de su muerte, se encuentran junto a ella Miguel Ángel y el cardenal
Reginald Pole.
Miguel Ángel
le dice a su biógrafo Ascanio Condivi : “que no se dolía de otra cosa, si no
que cuando fue a verla a pasar de esta vida, no le besó la frente o la cara
como le beso la mano.”
La musa
de su familia de la aristocracia espiritual muere y Miguel Ángel, dice Ascanio
Condivi: “Por la muerte de ella estuvo mucho tiempo aturdido y como
insensato”.
Se
desvanece su certeza de fe, piensa en su propia muerte.
Muere un
integrante de su familia biológica, su hermano Giovan Simone.
El desposeimiento, la enfermedad, la agonía y la
muerte de Vittoria Colonna, derrumban la esperanza y la certeza de cielo en
Miguel Ángel.
Retorna la lucha entre la muerte del mundo y la
vida eterna.
Miguel
Ángel piensa en su propia muerte y se inicia el largo camino de su conversión,
el pedido de perdón de sus pecados y su diálogo con Cristo rogándole la
salvación de su alma.
Se
inicia el duro proceso de “La Piedad Duomo”, inspirado en el “Evangelio
Según San Juan” en la Entrevista con Nicodemo, basado en las palabras de Jesús, Nacer de nuevo:
“En verdad, en verdad te digo:
El que no nazca* de agua y de Espíritu
no puede entrar en el Reino de Dios.”
Córdoba,
Argentina, 3 de noviembre de 2017.
Cristina Castricone
Si les gustó este artículo, les recuerdo que es el fruto de veinte años de investigación, volcados en mi libro "MIGUEL ÁNGEL. ESCULTOR DE SU SALVACIÓN", que está esperando un editor.
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